Friday, July 07, 2006

IMPACTO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA JUVENTUD REGIONAL.

Autor: Simón Pedro Arnold
Doctor en Comunicación por la Universidad de Lovaina, Bélgica
Doctor en Teología por la Universidad Católica de Arequipa
Director de IDEA
Monje benedictino

Queridos amigos y amigas,

En primer lugar, permítanme agradecerles por esta invitación a compartir de nuevo con ustedes algunas inquietudes, en esta casa de estudio, después de varios años de ausencia. Pero sospecho que mi aporte de esta mañana les va a decepcionar. En efecto, en esta sociedad movediza y cambiante que es la nuestra, el proceso de obsolescencia de nuestros conocimientos se acelera cada vez más. Me temo que el más joven de los estudiantes aquí presentes sepa más que yo sobre el tema que nos ocupa. En efecto, los títulos académicos que uno pueda lucir, no son más que la confirmación de una ignorancia creciente y definitiva.

Pero, como me han invitado y esperan alguna palabra mía, decidí compartir con ustedes precisamente lo más evidente : mi “doctoral” ignorancia. Durante estos momentos, me propongo entretenerles con mis dudas y perplejidades ante el panorama actual del mundo comunicacional, tanto en nuestra región como en el mundo. Pero estos interrogantes no estarán desprovistos de curiosidad intelectual, de asombros y de pasiones. En este sentido, como los jóvenes aquí reunidos, siento un verdadero entusiasmo juvenil por lo que está pasando en medio de nosotros.

De una sociedad de masa a una sociedad en red.

La primera pregunta que me habita aquí, concierne la cultura postmoderna en la que vivimos. ¿En qué medida se trata realmente de una cultura nueva, con rasgos permanentes? Más bien, intuyo cada vez más que se trata de una cultura de transición . La noción de “cambio de época “, que se utiliza mucho hoy para caracterizar la postmodernidad, me induce a pensar que estamos en una etapa transitoria donde todo, absolutamente todo, cambia de sentido y de rumbo de manera copernicana. Pero, todavía no sabemos hacia donde nos lleva esta inmensa mutación en todos los ámbitos de la vida humana. Es un poco como si hubiéramos entrado juntos en un largo túnel en forma de curva. Ya no se ve la entrada y todavía no se vislumbra la salida. Lo único seguro es que ya no encontraremos el paisaje familiar que, por lo menos los más viejos de nosotros, dejamos al entrar. Tampoco sabemos cuando y cómo nos tocará encontrar la salida. Por ahora, estamos en el punto preciso de la curva donde la oscuridad es total.

Mientras nos acostumbramos a vivir en esta noche postmoderna, me planteo una serie de preguntas desde mi propia formación profesional, salida de la modernidad europea. Hace unos treinta años, Mac Luhan nos hacía temblar al hablarnos de la “aldea planetaria” creada por los medios masivos. Declaraba que, en esta nueva aldea mediática, el Medio era el Mensaje. Vivimos de esta convicción durante mucho tiempo. En la nueva situación oscura y transitoria que es la nuestra hoy, constato, sin embargo, que esta predicción no se realizó bajo las modalidades Mac Luhanianas. No estamos en una aldea planetaria sino, más bien, en una especie de campamento virtual que se desplaza constantemente donde la navegación, el nomadismos postmodernos, muchas veces sin brújula, se han vuelto el verdadero mensaje. El hombre y la mujer postmodernos no se fijan ya en los contenidos y poco en los medios de comunicación sino en la comunicación misma. Poco importa lo que se dice y con qué medios se dice. Lo importante es “decirse” continuamente. En este sentido, me parece que salimos de la “muchedumbre solitaria” de la que hablaba Wiesman y que caracterizaba la sociedad de masa. Entramos en una comunicación sutil y permanente, una encrucijada de redes interpersonales que, a veces, dan la impresión de un verdadero enredo.

Si esta hipótesis se verifica en los hechos sociales, entonces estaríamos ante una crisis mortal de la sociedad de masa y el surgimiento de una sociedad global compuesta de redes infinitas. La socióloga francesa Hervieux Leger afirma que estamos dejando atrás la civilización de grupos (políticos, ideológico y religiosos), algunos hablan de columnas, donde cada individuo estaba inserto, de manera predeterminada, desde antes de su nacimiento y guiado hasta la muerte a partir de valores que lo modelaban por entero. Hemos inaugurado una civilización de redes cuya lógica es la búsqueda sucesiva y polifónica, sin pretensión de inserción o de pertenencia total y definitiva. Las redes se crean y mueren, se cruzan y se deshacen en la medida de las necesidades e intereses de los que las manejan de manera eminentemente interpersonal.

En otra oportunidad, utilicé la noción de “duna” para visualizar esta realidad movediza, tan contrastante con las evidencias sólidas, casi rígidas, de la modernidad y de su expresión masiva. Por ejemplo: estamos en tiempo de “Mundial”, tiempo masivo por excelencia. Hace algunos años atrás, se veían amontonamientos de gente en la calle, en las tabernas para mirar los partidos. Estos amontonamientos han disminuido drásticamente, a mi parecer. Ya no es la actitud gregaria de la muchedumbre solitaria. Más bien, cada partido es la oportunidad para invitarse en casa y disfrutar, con amigos, de un buen momento lúdico. Hasta en la Meca de la comunicación masiva, como es el Mundial, se han introducido lógicas virtuales de las redes interpersonales. Todo se da como si surgiera una nueva experiencia de la privacidad globalizada.

Con este cambio radical, es toda la cuestión del “Feed Back” que se ve puesta en tela de juicio. Recordaremos que el problema de la retroalimentación fue siempre la obsesión de los científicos de la comunicación. Hoy, el Feed Back cambia completamente de sentido. Ya no se trata de medir la respuesta, la retroalimentación de un receptor pasivo ante un mensaje emitido por un emisor anónimo. El Feed Back se ha vuelto un intercambio permanente, múltiple e interpersonal, cuya iniciativa se mueve de un interlocutor virtual al otro sin que se pueda saber claramente quien es el emisor y quien el receptor. Esta situación inédita plantea, a su vez, una nuevísima noción de opinión pública. En la concepción masiva, esta se comprendía más o menos como una realidad colectiva, forjada, en buena parte, por los líderes de opinión, operando a través de los medios de comunicación. Hoy en día, me parece que hay que comprenderla de manera mucho más dinámica e imprevisible, como este vaivén de intercambios múltiples, siempre provisionales, siempre en reformulación desde el crisol del intercambio permanente. En este contexto, los líderes de opinión se vuelven más informales e implícitos. A su vez se hacen movedizos, algo in-ubicables en la gran corriente de la red virtual.

Al observar todos estos giros en el campo de la comunicación colectiva, mi pregunta fundamental va por el lado del futuro de la democracia. ¿No estaríamos presenciando una nueva modalidad de “democracia directa” a la manera del areópago ateniense? Si, como se ha señalado muchas veces en los últimos años, la crisis de la dimensión “instituida” de la sociedad hace casi obsoleta el sistema democrático del estado moderno (crisis del discurso, de los valores, de las estructuras, de las normas), ¿no estaría surgiendo una nueva modalidad de ejercer la ciudadanía, paralelamente al sistema? ¿No estaríamos ante un nuevo reino de lo “instituyente”, para utilizar el vocabulario del análisis institucional? Así parecen haberlo entendido los Zapatistas de México o el Islamismo fundamentalista. Sólo en el mundo académico, por ejemplo, estamos asistiendo a una eflorescencia muy interesante de maestrías a distancia, de aulas virtuales etc, compensando eficazmente la crisis ya antigua del viejo sistema formal

Juventud: progenitura y agente del cambio de época.

A la diferencia de los que nacimos en la plena luz de la modernidad triunfante, a quienes nos cuesta acostumbrarnos a la oscuridad del túnel postmoderno, los jóvenes de hoy, en cambio, nacieron en esta noche de la “Belén Virtual”. Son hijos e hijas de la crisis, del derrumbe de los modelos familiares, religiosos, políticos académicos etc. A ellos no les cuesta nada moverse con libertad y seguridad en la oscuridad de la curva del túnel.

Más bien, en este campamento nocturno donde nacieron como refugiados de la debacle moderna, los jóvenes se han transformado en buscadores de identidad. Lo que para la generación moderna era la búsqueda de sentido parece haberse desviado hacia el ansia de identidad. No se trata de forjar opciones, convicciones o ideologías que inspiren proyectos. Lo que preocupa al joven de hoy es la pregunta: ¿quién soy yo y quien puedo ser? Esta pregunta y esta búsqueda no la vive de manera abstracta sino en la relación interpersonal corta o mediana. Anhela encontrar nuevas referencias más asequibles que los grandes ideales heroicos de las militancias modernas. De ahí la importancia de una nueva referencia de cercanía, por ejemplo a través de la música y de los cantantes. Estos ya no son superman o superwomen sino estrellas que cruzan el cielo de la afectividad antes de desaparecer sin mayor pretensión que dar momentos de armonía y sosiego. Ya no se cree en referencias valorativas y abstractas sino en un polo próximo de felicidad compartida, de sueños esperados.

Para esta generación “celular” o “disc-man”, lo importante, lo ideal es encontrarse constantemente conectados o con el amigo, la amiga cercanísima (celular), o con lo más íntimo de sí mismo (disc-man). Esta nueva experiencia de la intimidad con el otro, la otra o consigo mismo introduce una nueva comprensión del silencio, de la palabra y de la escucha. Todas estas nociones tienen que ver hoy con el “intervalo” de la nueva intimidad, más que con la consistencia material de la ausencia de ruido, de relación o con el mensaje propiamente dicho. Lo importante es estar conectado en el ámbito privado para comprobar que uno existe y existe con y para alguien. Poco importa “lo” que se dice o no se dice. Lo esencial es poder “decirse”, aún no diciendo efectivamente nada.

En esta misma línea, ¿no estaría apareciendo una nueva experiencia de la espectacularidad? Pienso en particular en el mercado de los DVD pirateados, especialidad de nuestro medio. Escojo mi mundo onírico y lúdico de manera privada o interpersonal y gozo privadamente del gran mito del mundo. ¿No habría que interpretar en esta misma dirección el éxito de los juegos en red cuando una banda de adolescentes invaden con sus gritos un internet y se compran por un sol de evasión colectiva entre dos clases aburridas, como si ya nadie existiera a su alrededor salvo ellos mismos?

Ante todas estas nuevas modalidades de comunicación, ¿qué es lo que queda de la vieja comunicación masiva? ¿No hace figura de Covadonga o del viejo Huáscar, sólo buenos para el museo? Por ahora, sin embargo, les queda a los medios masivos algunos espacios restringidos como es la información continua, sobre todo desde y hacia el campamento virtual (radio de proximidad, prensa localísima, televisión “reality”). Algo parece también subsistir en lo masivo y que se aproxima fuertemente a la nueva noción de comunicación en redes: quiero hablar precisamente del mundo de los reality shows, algo como lo privada hecho público. Lo masivo parece cada vez más el espacio del “voyeurismo-exhibicionismo” colectivo que, quizás, es parte también, de este nuevo mundo “enredado”.

Identidad andina y nueva comunicación.

En el pluralismo tolerante “light” de la postmodernidad, pareciera, en el escenario comunicacional peruana, que la “choledad” se ha vuelto de moda. Casi podríamos decir hoy que “Cholo is wonderfull”. ¿Será la revancha de los migrantes o los intereses de los productores que han comprendido, por fin, la amplitud del mercado andino, primero en la gran ciudad pero también en los lugares más alejados. Empezamos a ver propagandas en quechua o aymará (ejemplo Claro). Pero, sobre todo, está naciendo una nueva cultura chola desde los conos de Lima, cultura que pasa por la nueva música andina de moda, la promoción de la belleza femenina chola, la moda de vestirse con modelos andinos etc. No hay duda que esta situación tiene que ver con la generación emergente de empresarios andinos exitosos en la costa y que promocionan esta imagen. Aún si subsiste el trasnochado discurso racista de las clases blancas criollas, es indudable que la postmodernidad peruana, agresiva y exitosa, hace pasar poco a poco de la vergüenza cultural al orgullo, a veces fanático, por lo propio. En la lógica de mercado y la cultura postmoderna, la economía no tiene ni raza ni cultura propia. Si se puede vender un celular en Chumbivilcas, no existe reparo en ganarse el cliente por su sensibilidad cultural.

Pero esta coyuntura, en sí favorable, tiene su lado oscuro. Aparece hoy, al favor de los movimientos bolivianos, pero sobre todo originado en la exclusión persistente del Sur peruano, una afirmación identitaria con rasgos racistas revanchistas. Es algo como un “contraracismo” andino. Y, sin embargo, esta voluntad de exclusión de todo lo no andino no logra ocultar una gran contradicción. Todos estos jóvenes nacionalistas y promotores de repúblicas andinas son también hijos e hijas del hibridismo postmoderno. Pasan sin remordimiento de una discoteca Rock a una fiesta costumbrista. Son más postmodernos que nacionalistas, más allá del discurso de identidad.

Estas utopías identitarias señalan, más que todo, el quiebre del Estado Nación y el fracaso de su proyecto nacional. Me preocupa, personalmente, que la lógica de la red propicie un resurgimiento sectario y fanático violento. Sería la mayor contradicción de la sociedad de redes, la cual, desde la afirmación de lo subjetivo, promueve la polifonía en todo sentido. La exclusión o la afirmación de una sóla y pequeñísima identidad en contra de lAs demás sería la desviación más lamentable de lo que, más arriba, llame la esperanza de una nueva democracia directa y plural.

Quiebres y resistencias de la identidad andina.

Frente a la tentación sectaria de algunos espacios de la juventud andina, me parece importante recordar que la tradición del Ande pasa también por una crisis profunda. Creo, personalmente, que pendientes enteras de la ética andina están ya moribundos. Pienso en particular en la utopía comunitaria cada vez más remplazada por lógicas interpersonales cortas de compadrazgos y de lealtades estrechas, por debajo de lo comunitario. Esta constatación es particularmente evidente en el campo de la sexualidad de la juventud andina. Los jóvenes andinos han adoptado con asombrosa capacidad de asimilación todo el discurso postmoderno de una sexualidad privada y libre en franca oposición con la moral sexual tradicional de la comunidad en el Ande. Esta situación me parece absolutamente irreversible. A esta constatación, podemos vincular lo que me atrevería a llamar el nuevo feminismo andino, especialmente en el campo y el área del comercio informal.

Pero, por otra parte, existen también espacios de la identidad de los jóvenes que resisten bastante bien al embate postmoderno: el cuerpo, la salud, mental, psíquica o física, sigue refiriéndose en buena parte a las lógicas míticas y rituales (cfr. el Kharisiri, el recurso la lectura de la coca, los curanderos etc.).

La oportunidad de la ritualidad andina, a mi modo de ver, reside en su síntesis entre mundo interpersonal (muy postmoderno), especialmente las problemáticas familiares, y la relación con el cosmos. En este sentido puede ser un puente muy eficaz en esta búsqueda de identidad en un mundo híbrido.

Conclusión: hacia un verdadero proyecto andino.

La postmodernidad y su modalidad inédita de comunicación en red es, con toda evidencia, una bella oportunidad para el nacimiento de un proyecto andino postmoderno. Si esta juventud es capaz de superar el folklorismo y el fanatismo identitario, donde el ser andino se reduce a comer chuño y a bailar las danzas costumbristas; si estos mismos jóvenes son capaces de superar el conservadorismo endémico del Perú y del Ande y aprovechan esta oportunidad para poner en marcha y valorar sus grandes utopías (pienso en la lucha para estudiar, el ansia de emigrar y de buscar mejor vida a cualquier precio etc.); si la curiosidad extraordinaria de esta generación, siempre en busca de lo desconocido, de lo que está más allá, puede dar sus frutos, estoy convencido, por mi parte que esta nueva comunicación es un chance único para que el Ande joven pueda hacer escuchar su voz en el concierto peruano y mundial.

Simón Pedro Arnold o.s.b.